Cuando degusto tu piel me sabe a cielo…
Y es que la profundidad de tus ojos me traslada hasta el infinito de aquello que desconozco…
La tibieza de tus labios humedece mi voluntad,
mientras impera el deseo de mi alma,
desvistiendo los poros,
de tu cuerpo,
vulnerable,
tan mío.
Y se desdobla mi silueta,
ceñida de esencias
para alcanzar tus manos,
revueltas y hundidas
en mi cintura.
En la curva de mi espalda
deposite para ti un manojo de susurros,
acompañados por un palpitar de sensaciones,
tan mías, tan tuyas.
La Luna propagada en ti,
mis caderas refugiadas en tu aliento,
y un movimiento aguarda
presumidamente,
concediéndote el derecho
(Ese que siempre ha sido tuyo)
de glorificarte en lo leve y sublime,
de la unión de nuestros espíritus,
y asumir la potestad de mi entrega
reservada para ti,
mientras asciendo
a la cúspide
de tu ingle,
Y es que la profundidad de tus ojos me traslada hasta el infinito de aquello que desconozco…
La tibieza de tus labios humedece mi voluntad,
mientras impera el deseo de mi alma,
desvistiendo los poros,
de tu cuerpo,
vulnerable,
tan mío.
Y se desdobla mi silueta,
ceñida de esencias
para alcanzar tus manos,
revueltas y hundidas
en mi cintura.
En la curva de mi espalda
deposite para ti un manojo de susurros,
acompañados por un palpitar de sensaciones,
tan mías, tan tuyas.
La Luna propagada en ti,
mis caderas refugiadas en tu aliento,
y un movimiento aguarda
presumidamente,
concediéndote el derecho
(Ese que siempre ha sido tuyo)
de glorificarte en lo leve y sublime,
de la unión de nuestros espíritus,
y asumir la potestad de mi entrega
reservada para ti,
mientras asciendo
a la cúspide
de tu ingle,
que hace vértice con mi pecho.
Leisha
Leisha
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